top of page

RELATOS ANTÁRTICOS 5

















Los petreles nos anunciaron que estábamos llegando. Volaban rodeando al barco y jugando con la estela en el mar. Tierra no veíamos, solo una niebla muy cerrada que nos envolvía de cerca y en la que aparecían y desaparecían los pájaros. Alrededor nuestro, las olas grises y el aire plateado se fundían en uno.


Los instrumentos decían que nos acercábamos a las Shetland, y nos mostraban el pasaje entre dos de las islas. Una vez que transpusiéramos esta entrada estaríamos en aguas más protegidas.


Dentro del barco reinaba un clima de ansiosa expectación por avistar la Antártida. Sentados a la mesa junto a la timonera, oteábamos en todas direcciones el horizonte invisible, pero por el momento solo había niebla, y las islas, entre las que pasábamos muy cerca, dibujadas en la pantalla del plotter a uno y otro lado de nuestro rumbo.


De a poco la niebla se fue mezclando con lluvia; el mar y el viento crecieron. En este mal tiempo seguimos navegando, renunciando a entrar en Isla Decepción, uno de los posibles puntos de recalada en el plan inicial. La isla es el gigantesco cráter inundado de un volcán sumergido. A la bahía interior, formada por el anillo del cráter, se puede entrar navegando a través de un canal estrecho que se abre entre altas paredes de montaña, los “Fuelles de Neptuno”. Este paso, que esconde además algunas rocas sumergidas, no era una buena opción con las condiciones reinantes. Navegamos con visibilidad nula hacia el sudoeste por el Mar de la Flota, también conocido como Estrecho de Bransfield, el mar que se oculta tras el archipiélago de las Shetland. La llegada se dejaría para el día siguiente.


Durante la noche la tormenta siguió arreciando y se navegó a vela; nuestro capitán nos mandó a dormir con instrucciones de atarnos bien. Y eso hicimos, mientras nos llegaban los sonidos de la tempestad a través del casco metálico. A mi cuerpo no le había gustado mucho el movimiento durante el cruce del Drake, navegando a motor entre las olas; al cabo de unos días empezaba a sentirme agotada. Fue un alivio cuando se izó la mayor y el barco se apoyó en el viento. Las últimas horas de esa noche las dormí profundamente. Cuando me desperté amanecía, pero creí que estaba en un sueño, habíamos llegado.





Comments


Posts Destacados
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Posts Recientes
Búsqueda por tags
Síguenos
  • Facebook Classic
bottom of page