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CABO DE HORNOS 1


VIAJE A MAR ABIERTO


Dicen que hay distintas maneras de visitar lugares remotos, y que algunos viajes son interiores… Ya habían pasado tres años desde mi última navegación a Antártida, pero todavía resonaba en mí el recuerdo del mar abierto…


Me encontraba trabajando sobre una serie de pinturas sobre el tema del mar de noche, paisajes dibujados por las fosforescencias del agua, por el nado de medusas nocturnas, y también por las luces de auroras polares. En esos días me llegó la noticia de la posibilidad de una navegación al Cabo de Hornos.


Al contrario de las imágenes del misterioso mar del sur durante la noche invernal, sobre las que me concentraba en ese momento, el viaje sería a través del verano austral, de largas horas de luz diurna, pero me atraía la idea de volver a asomarme a ese océano, ir nuevamente hacia un lugar que venía visitando mentalmente durante largo tiempo desde la pequeña cámara de viaje de mi taller.


A fines de noviembre llegué a Ushuaia, desde donde zarparíamos. El Ypake II y su capitán Ezequiel ya nos esperaban en el muelle del Club Náutico. Y allí conocí a mis otros compañeros de viaje, Alex, Jorge y Juan. Compartimos los primeros momentos a bordo rodeados de las montañas que encierran la bahía, conversando, y mirando las cartas del Archipiélago de Tierra del Fuego y de la Isla de Hornos, en su extremo sur.


El trayecto, hasta doblar el Cabo y volver, llevaría varios días. Después de navegar el Canal de Beagle y unas veinte millas a través de la Bahía Nassau, un tramo de mar que se abre al sur de la isla Navarino, todavía estaba previsto que visitáramos diferentes caletas de entre las islas, a fin de poder pasar a reparo las noches, y quizás algunas esperas en caso de mal tiempo. Saldríamos al día siguiente.


El mítico Cabo de Hornos… allí, donde las montañas están sumergidas en el mar, y hay un paisaje submarino de picos y valles de profundidades vertiginosas… allí justamente, es donde se encuentran con violencia las aguas del Pacífico, del Atlántico, y del Océano Austral. El archipiélago de islas heladas intenta tomar con sus dedos de piedra la fuerza de inacabables tormentas que circunnavegan la Antártida. Nunca lo consigue… la tempestad parece enfurecerse aún más al verse atrapada…





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