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RELATOS ANTÁRTICOS 14




























Sigue avanzando la estación hacia el solsticio de invierno. Por las noches, el sonido de la rompiente llega hasta mi mesa de escribir. Las primeras tormentas intensas de fines del otoño comienzan a hacerse sentir en la costa bonaerense. Los vientos a veces obligan a permanecer a resguardo, en una intimidad protegida por la música del mar.


Cuando vuelve a abrirse el cielo después de un temporal, el sol en el cenit permanece bajo, iluminando la superficie del agua de manera rasante y proyectando sombras donde se levanta la ola; la extensión del mar adquiere un matiz oscuro en pleno mediodía. Las sombras contrastando con la luz brillante velan el paisaje de misterio.


Hace unos días pasó una de estas tormentas sobre el Atlántico, azotando la orilla a su camino. Cuando finalmente calmó, en los valles de entre las dunas de la playa se habían formado lagunas, rastros de la lluvia que tardaron en drenar hacia el mar en forma de finos hilos de agua dulce, sinuosos y curvilíneos, siguiendo el dibujo de su propio curso. El cielo muy brillante se reflejaba en estas líneas de agua en movimiento, tiñéndolas de celeste y turquesa. Sus formas intrincadas las hacían parecerse a una escritura. Otros mensajes de la luz escribiendo en la arena.


Al quedar atrás las tormentas, cuando el viento consigue aquietarse, el frío desdibuja las mañanas bajo mantos de niebla.


Aquí termina el relato del viaje a Antártida, me fue dictado por los sonidos del mar de noche…


Villa Gesell, 2022.



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