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RELATOS ANTÁRTICOS 10

















Una de las bases argentinas que visitamos, Base Brawn, rodeada de montañas y de hermosas vistas hacia la Bahía Paraíso, alberga diversos proyectos científicos de investigación. Entre ellos, conocimos la historia de los peces hielo.

Son traslúcidos; su sangre es incolora y posee substancias anticongelantes que impiden la formación de cristales de hielo, lo que les permite vivir en aguas antárticas. Cuando avanza el invierno, mientras el Océano Circumpolar se transforma en un anillo congelado que rodea al continente hasta llegar a duplicar su tamaño, y otras especies viajan al norte buscando la luz, bajo la banquisa, el transparente pez hielo sigue nadando durante la noche, invisible al frío y a la oscuridad.

A través de los siglos, ya que es una criatura muy antigua, abandonó los genes que en los seres vivos regulan los ritmos circadianos de adaptación a la luz del día y a la noche. No los necesita para permanecer dentro de las gélidas tinieblas. Debe ser muy bello, confundiéndose con el océano al nadar, camuflándose en la forma del agua. Con sus aletas que parecen alas, vuela bajo el mar helado.

Otras criaturas traslúcidas habitan las profundidades. Abundan medusas, de tentáculos que en sus movimientos, describen líneas que se asemejan a flores del mar. Levemente violáceas, rosadas, o color agua, se desplazan bajo el campo de cristal de manera infinitamente lenta y sutil, viajan con las corrientes, acariciando el mar inmune a su veneno.

Cuando llega la primavera, y con ella el nuevo día, en la banquisa surgen las flores de hielo. Se forman de hilos de vapor que se desprenden por finas fisuras en la superficie congelada; al entrar en contacto con el frío del exterior, se solidifican en forma de fantásticas flores cristalinas. El amanecer primaveral las ilumina de tenue ámbar; parecen los sueños cristalizados de los habitantes nocturnos del mar, finalmente llegando a la superficie.

También toman la forma de gigantescas flores de hielo algunos témpanos. Especialmente aquellos que el tiempo fue tallando en agua solidificada hace varios siglos, transparentes de tan antiguos. Después de haber contenido en su interior, primero a la nieve, y más tarde al hielo blanco, la presión de los glaciares de la superficie llega a convertirlos en caprichosas formas de durísimo vidrio. Desde un remoto pasado son liberados un día al mar, y allí relucen brillos encerrados por miles de años… luz turquesa, el alma del hielo…




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